lunes, 2 de noviembre de 2020

Falta de sentido común en la nutrición deportiva:

Quiero empezar contando una anécdota, porque pienso que muestra bastante bien, una situación bastante común. Es un caso de una persona que conozco de los foros de entrenamiento, al que llamaremos Ciclista X.

Ciclista X es una persona que practica el ciclismo (¡duh!). Si bien no es un competidor profesional, si es un amateur bastante competente, llegando a quedar en el podio en varias carreras regionales, incluso ocupando el primer lugar en algunas. Adicionalmente al ciclismo, también asiste al gimnasio un par de veces a la semana a entrenar de forma recreativa, es decir, sus entrenamientos de gimnasio no están pensados para hacerlo mejor deportista, simplemente le gusta cuidar un poco la forma en que se ve. De hecho, asiste al gimnasio desde hace años, incluso antes de aficionarse al ciclismo. Aunque no es un fisicoculturista su masa muscular está por encima del promedio y tiene un porcentaje de grasa corporal bastante inferior al promedio (12% aproximadamente).

Usualmente cuando competía en su ciudad solía ser superado solo por un par de competidores, quienes solían quedar adelante de él la mayoría de veces que se enfrentaban. Motivado por eso, decide dar el siguiente paso en la búsqueda de su progreso como deportista y contrata los servicios de una nutricionista. Cabe aclarar, que si bien no hacía una dieta propiamente dicha (no pesaba alimentos ni seguía una estructura planificada), Ciclista X comía en términos generales bastante bien. La comida chatarra no era muy común en su alimentación (quizás 4-5 veces al mes), no solía beber gaseosas y la mayoría de sus comidas serían lo que normalmente entendemos por comida sana. 


(En edición.)